La maldición olímpica

Foto: Estadio Deportivo

Joan Cañellas tienen en su vitrina particular nueve medallas de otras tantas competiciones internacionales con la Selección Española, entre ellas tres oros europeos y uno mundial. Pero ninguna de ellas es una medalla olímpica. Cañellas, que comenzó su andadura en el combinado nacional allá por 2008 participó en los JJOO de Londres, con España lejos del medallero; cuatro años más tarde la Selección, entonces en plena transición, no se clasificó para Río de Janeiro. Casi con un pie en la escalerilla del avión que iba a trasladarles de Tokio, en 2021, Cañellas sufrió una rotura fibrilar que le impidió formar parte del combinado que obtuvo el bronce olímpico.


Tras aquella decepción, Paris era el regalo, el mejor colofón a una carrera exitosa en la que seguía habiendo un hueco para una presea más. Cañellas anunció su retirada del balonmano para después de los Juegos que han comenzado hoy mismo en la capital francesa, pero a nueve días del debut, una lesión en el soleo le hizo bajarse, de nuevo, del barco olímpico. Titulares y teletipos no dejaban lugar a dudas.. una suerte de maldición persiguió al central español impidiéndole subir al cajón y disfrutar verdaderamente de la experiencia de unos Juegos.


Cañellas ha sido uno de los jugadores esenciales en la línea victoriosa de la Selección Española, ayudando a consolidar el proyecto que Juan de Dios Román había lanzado en el cambio de siglo presentando credenciales en las competiciones internacionales. Con el extremeño ya en la presidencia de la Federación y Valero Ribera como seleccionador llegó el joven Cañellas para hacerse fuerte en la defensa española. Lateral rápido y habilidoso, central seguro y contundente, su fortaleza defensiva pronto se vio acompañada de un gran ataque y Cañellas se hizo imprescindible. Por delante, 236 presencias en la Selección Española, nueve medallas y más de 560 goles.


Su carrera trascendió el balonmano español. Tras el oro mundial de 2013 Cañellas recorrió Europa formando parte de alguno de los clubes más laureados del continente. Hamburgo, Kiel, Hungría y finalmente Suiza fueron su hogar deportivo, sin olvidar aquel “spanish Vardar” macedonio con el que conquistó la ansiada Champions junto a Maqueda, Dujshebaev y Sterbik. El lateral español ganó la Liga en cinco países distintos además de Copas, Supercopas y Recopas… pero no pudo colgarse al cuello un metal olímpico.


La “maldición olímpica” no es nueva en la historia deportiva, plagada de grandes nombres que jamás se subieron al cajón en unos Juegos. María Petrova, la más elegante gimnasta búlgara de los años ochenta, la gran Martina Navratilova o estrellas del basquet como el alemán Dirk Nowitzki o el francés Toni Parker comparten la decepción con Cañellas. Ganaron torneos, mundiales, europeos, anillos de la NBA y batieron récords de todo tipo, pero la suerte olímpica les fue esquiva. En el deporte español el caso más llamativo quizás sea el de Rafa Pascual, durante años el mejor jugador del mundo de voleibol, ganador de todos los títulos en las ligas más exigentes, como la italiana, pero sin poder refrendar su calidad en unos Juegos Olímpicos.


Paris se viste de fiesta y rezuma alegría. Diez mil quinientos deportistas cumplirán uno de los sueños de su vida, más allá de cuál sea el resultado final. Porque el premio es llegar, estar allí, competir al amparo del fuego olímpico. Cañellas no podrá. Pero el balonmano español, el deporte español, le debe muchos minutos de gloria. Esté o no en Paris, no olvidaremos sus saltos, su fuerza, sus quiebros entrando desde el lateral, su defensa infranqueable, su coraje, su espíritu competitivo. Porque Cañellas es parte de nuestra mejor historia deportiva y porque él, como tantos otros deportistas que nunca pudieron triunfar en una Olimpiada, se hizo grande en el esfuerzo, el trabajo y el camino compartido. Porque al final el deporte es exactamente eso: luchar, sufrir, disfrutar y, sobre todo, compartir. Y eso, no hay maldición que nos lo quite.

Publicado por Mar Barcon Sanchez

Madre, médico, socialista, coruñesa nacida en Ortigueira. Razonablemente feliz.

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