El Barça gana la Copa del Rey a un Madrid que no ha sido capaz de superar al eterno rival en toda la temporada. El Barça de la cantera, de la Masía, del entrenador capaz de conjugar a Casadó con Lewandowski y que suene bien, derrota de nuevo al Madrid y se lleva el segundo título en juego. El Madrid de Mbbappé sucumbe ante el Barça del chaval de Rocafonda y el “304” vuelve a escena, a brillar, en cada centro letal que envía con ese guante de seda que envuelve su pie izquierdo. Centro; gol de Pedri. Pase; gol de Ferrán para forzar la prórroga cuando ya los blancos se veían campeones. Luego Koundé, su socio, remató la faena. La Copa a Can Barça.
La chavalada blaugrana se viste de fiesta en la Cartuja sevillana. Lamine se sube los faralaes a la cabeza teñida de oro y se coloca dos pares de gafas mientras da rienda suelta a la alegría y la tensión. Ya tienen los “analistas” temazo para dos semanas. Quince días, para ser exactos, en los que el asunto central de las tertulias va a ser la conveniencia o no de que un chaval de diecisiete años se tiña el pelo de dorado y se ponga dos gafas de sol en la primavera nocturna andaluza para celebrar un título. Han opinado todos. Y se han quedado a gusto. Las gafas, el pelo, el tinte, los amigos, el “entorno”, las malas influencias… Las asistencias, lo de menos.
Quince días de fuego fatuo hasta el once de mayo. El Madrid llega a Montjuic con una bala en la recámara. Mbbappé la dispara y los blancos se ponen 0-2 ante las miradas atónitas de la afición culé. Así que Lamine se echa el equipo a la espalda y lidera el ataque desde la derecha. Una, otra, y otra… Será Eric Garcia quien consiga reducir distancias rematando, impecable, el córner de Ferrán. Luego la magia recorre el estadio mientras Yamal coloca el balón en la escuadra, como si todas las tardes reviviera aquel gol contra Francia. Es el empate a dos, pero el Madrid ya está tocado. Faltan los dos tantos de Raphinha para hundirlo. La celebración es contenida. Falta Liga y puntos por disputarse así que no conviene vender la piel del oso, aún.
Pero el run-run recorre ya la Europa futbolística.. y si un chaval con los dieciocho recién cumplidos recibiera el Balón de Oro?… Y si España guarda en ese “304” al heredero del gran Lionel… Y si el pelo dorado y las gafas de mentirijilla a pares, y los brackets de colores y las gorras hacia atrás no tuvieran, en realidad, tanta importancia.. Lamine sonríe, de medio lado, saluda, responde tranquilo y prepara coreografías con su amigo Balde mientras el guante de la pierna izquierda desafía al mundo. Y si sólo fuera un chaval de diecisiete años?. Y si sólo fuera el mejor jugador del mundo vestido con la piel de un adolescente de Rocafonda?…