Foto: predicción casera
A pocas horas de comenzar los Juegos Olímpicos de París, el presidente del COE, Alejandro Blanco, hizo una alegre (y a la postre, poco prudente) predicción: “España va a traerse más de 23 medallas, batiremos el récord de Barcelona”. Amparados en los resultados de las competiciones que abrían la puerta a la participación olímpica y con el subidón de llevarse a la capital gala una de las delegaciones más numerosas, el dirigente español colocó el listón en un punto del que nadie quería ya bajarse. En su defensa diremos que el propio diario deportivo L’Equipe otorgaba una proyección de más de treinta medallas, sin que la predicción pareciera descabellada habida cuenta de las prestaciones de equipos y deportistas individuales en todos los niveles del ciclo olímpico. Dieciséis días después del paseo por el Senna, la delegación se vuelve con 18 preseas, cinco de ellas de oro. Una medalla más que en Río y Tokio y con más oros, pero lejos de lo esperado y con cierta sensación de habernos quedado a las puertas en demasiadas ocasiones.
Lo cierto es que las palabras del máximo responsable del COE tenían base para haberse convertido en una realidad. España llevó a Paris trece de sus equipos; el país que más clasificó para la cita olímpica, tras la anfitriona, USA y China. En algunas especialidades como fútbol, baloncesto o balonmano, a los éxitos y el ranking de las escuadras absolutas hay que sumar los de las categorías inferiores, éxitos que permitían augurar la caída del récord del 92 en aquél mágico verano barcelonés. Al lado de los equipos, estrellas del deporte mundial como Alcaraz (en el caso de Nadal y el dobles de ambos era más bien un sueño y un deseo compartido con la afición gala deseosa de honrar al héroe de Roland Garros), Carolina Marín, Rahm o los marchadores Alvaro Martín y María Pérez eran bazas “seguras” y deportistas como Hugo González (natación), Garrigós (judo), los “adrianes” del taekwondo (Cerezo y Vicente), las embarcaciones del 49er y 470, Ana Peleteiro y Jordán Díaz en triple salto, Fátima Gálmez (tiro) o Lucía Martín (esgrima) aspiraban, sin ninguna duda, a subirse al pódium. También lo hacían el k4 500 de piragüismo o los conjuntos de natación artística y gimnasia rítmica.
No cabe duda que la hoja de ruta que debía coronarse en París había ido cumpliendo sus “metas volantes” y sólo quedaba rematar la faena, pero este “remate” no fue el esperado. Atletismo, piragüismo o tenis, junto a la feliz novedad del boxeo cumplieron las expectativas. También lo hicieron los siempre fiables “Hispanos” y el fútbol masculino campeones contra pronóstico; así mismo las chicas del 3×3 sorprendiendo a toda España y el waterpolo femenino que se colgó un oro más que merecido. En otras especialidades la vitola de favorito no fue suficiente para garantizar la medalla. Especialmente dura fue la decepción en el 470 de vela, en tiro o en golf, cuando el pódium estaba ya prácticamente asegurado o en fútbol femenino donde nadie dudaba que nuestras campeonas se colgarían un metal. Mención aparte la lesión de Carolina Marín a un paso de la final olímpica; su dolor iba más allá de lo físico, era el de una deportista que había superado dos gravísimas lesiones y había luchado lo indecible para ser, de nuevo, campeona olímpica. Su sueño roto, apenas a unos puntos de ganar con autoridad la semifinal, retumbó en toda la delegación española y en el conjunto del deporte mundial. Quizás, como dijo Jabois, la lesión de la campeona onubense pueda servirnos a todos como lección de una triste máxima, en el deporte -como en la vida- a veces, aunque lo hagas todo bien, el premio no es el esperado y los sueños no siempre se cumplen.
Pero volvamos atrás.. ¿qué es el éxito en una competición como los Juegos?. Águeda Marqués bate su propia marca en la final de 1500 mts. Dos días antes Marta Pérez batió el récord de España en la misma prueba aunque no fue suficiente para alcanzar la final; el medio fondo femenino español fue una gran noticia y ayudó en el empujón a un atletismo que superó en logros a países tan relevantes como Jamaica, Etiopía o Gran Bretaña. Valeria Antolino en plataforma de 3 mts y Leslie Romero en escalada ocupan puestos de finalistas en la primera participación femenina en estas especialidades; la juventud de ambas es un dato esperanzador y aún llama más la atención en los saltos, una modalidad en la que no se alcanza el centenar de fichas federativas en España. Jóvenes, también, Laura Heredia (pentatlón), Nadia Erostarbe (surf), Rafa Lozano (boxeo) o Adrián del Río en pragüismo. Alberto Ginés, campeón de escalada en Tokio, acudió a París tras muchas lesiones y afrontando una competición novedosa en la que la variedad de “bloques” le impidió asomarse a las medallas; tiene 21 años. Todos ellos estuvieron a la altura de lo exigible, aunque no subieran al podium. Horas después de finalizados los Juegos, el doble medallista Álvaro Martín hacía un llamamiento a facilitar la participación en las competiciones internacionales de deportistas jóvenes, incluso cuando no tienen posibilidad de pódium “el éxito es el resultado de muchos fracasos” ha explicado el marchador poniéndose a sí mismo como ejemplo.
Con todo, el deporte, como cualquier actividad que se realiza públicamente es, también, una cuestión de expectativas. De cumplirlas o no. Es obvio que la planificación anterior a los Juegos había señalado unos objetivos que, en algunos casos están lejos de cumplirse. Porque más allá de que una mala tarde de competición puedan dejar a Rahm o Peleteiro fuera del pódium, lo cierto es que hay un puñado de deportes en los que los resultados se resisten competición tras competición. Deportes, algunos, con pocas fichas federativas, como la esgrima que no llega a siete mil, donde Lucía Martín no paso de primera ronda cuando era una de las favoritas, pero también en otros mucho más populares como natación, gimnasia, ciclismo, hípica, taekwondo o incluso el judo que, pese al bronce de Garrigós, sigue sin alcanzar el nivel que se le presupone. Otro tanto puede decirse del remo que, pese al gran ciclo olímpico con siete medallas entre europeos y mundiales y a presentarse con una delegación récord, sigue siendo incapaz de sumar una nueva medalla a la plata de Climent y Lasúrtegui en Los Angeles.
Quizás merezca la pena que, pasadas las vacaciones, el COE abra con el CSD y las federaciones una reflexión que permita el diseño de un plan específico para estos deportes que no consiguen avanzar en sus objetivos olímpicos, siguiendo el modelo desarrollado en otras especialidades, apostando por la difusión de estos deportes, el apoyo y la mejora del personal técnico y la apuesta por premiar la excelencia. Aunque aprendiendo de los éxitos de países del entorno, España tiene capacidad para desarrollar un modelo deportivo propio, apoyado en el fomento de la actividad deportiva como eje de la educación saludable, en la promoción de la base como difusor de los valores esenciales en el deporte – cooperación, deportividad, respeto y honestidad – y en la mejora y la apuesta por la excelencia en el deporte de élite. Hay talento, hay emoción y hay masa crítica. Hace falta inversión, inteligencia y un plan. Tenemos cuatro años por delante.