ESPÍRITU 95

Era el 27 de junio de 1995. Martes. Hacía 48 horas que una tormenta de granizo y rayos, caída sobre el Santiago Bernabeu, había obligado a interrumpir la final de Copa del Rey entre el Depor y el Valencia, aquellos que un año antes protagonizaran el dramático partido en Riazor, con penalti (fallado) incluido.  En Coruña las cafeterías se llenaron de pasión apenas contenida, entre la esperanza de la primera gran victoria y el temor a una nueva frustración como la que había recorrido la ciudad un año antes. Las meigas –habelas, hailas- colocaban, una vez más, al Valencia como el último obstáculo. Dato suficiente como para cortar la respiración al más pintado.

A Manjarín y a Alfredo Santalena no había meigas que los asustasen. El primero, criado en el Mareo, acostumbrado a hacerse valer entre los que le sacaban veinte centímetros, había llegado al Depor con humildad e ilusión y apenas unos meses después de su fichaje había conseguido, con su gol, la “graduación” europea del Deportivo, ganando en el Villa Park al Aston Villa. En la ida, poco antes del diluvio, suyo había sido el gol que puso por delante al equipo de Arsenio, aunque el Valencia empató a continuación. El partido tuvo de todo, incluso un gol anulado a Fran, que todavía hoy es objeto de polémica.

Alfredo era un producto típico de la cantera madrileña. Del Madrid correoso.. Tres Cantos, Getafe y el Atlético. Del Madrid que pica piedra y suda la camiseta. Santaelena era un tipo currante y animoso. Y un jugador con suerte. Estaba acostumbrado a estar en el lugar correcto en el momento justo. Con los colchoneros ganó una Copa del Rey marcando el gol en la prórroga, frente a un meritorio Mallorca que entrenaba Serra Ferrer. Acostumbrado a lucharla no se arredró a la hora de buscar con la cabeza, por dos veces, aquél centro suave de Javier Manjarín. Medido, recto, que se envenenaba al bajar.. Alfredo remató con la cabeza y el alma y Coruña entera supo que aquél era el día.

Lo demás es historia, con letras de oro. La fuente de Cuatro Caminos, la muchedumbre, los cánticos.. y el adiós emocionado a Arsenio, que se iba de “su Depor” harto, seguramente, de las críticas inmerecidas y cierta falta de empatía. O Bruxo no siempre fue profeta en su tierra y la Liga perdida en el último partido había dejado huellas dolorosas en todos los estamentos del Club. Pocos meses después Arsenio llegaría a entrenar al Madrid, sustituyendo a otro “filósofo” del balón, Jorge Valdano. En la “casa blanca” nunca llegaron a entender del todo al de Arteixo y no fue aquél el mejor momento para sentarse en el banquillo del Bernabeu. Para el recuerdo,  nos deja su famosa frase de “la gallina en la piel” en las vísperas del derby contra el Barça y los desplantes de Luis Enrique, con un pie ya en el Barcelona, enfrentado a la grada, al entrenador y al mundo entero. Pero esa es otra historia.

Veinticinco años han pasado de aquél martes de gloria. Este Depor, menos Super y más sufriente, se resiste a bajar una nueva categoría. Como buenos discípulos de Santaelena, los jugadores lucharon hasta el último minuto  para ganar un partido que parecía perdido. Cuarenta y cuatro puntos que saben a gloria. Como diría Fernando Vázquez.. Pódese!!!.. Espíritu 95. Qué duda cabe…

Publicado por Mar Barcon Sanchez

Madre, médico, socialista, coruñesa nacida en Ortigueira. Razonablemente feliz.

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