(foto de archivo municipal)
El día 13 de marzo, apenas unos minutos después de que se decretase el Estado de Alarma, el Concello de A Coruña lanzaba una batería de medidas para mantener el apoyo económico, material y social a todas las personas usuarias de los distintos programas de Benestar e Igualdade y anunciaba la puesta en marcha de mecanismos que evitasen la perdida de recursos de las familias más vulnerables. Un servicio de voluntariado específico –con más de quinientas personas- y la coordinación con Protección Civil, la Cruz Roja y otras entidades sociales han permitido el reparto de alimentos desde el primer día: usuarios de becas comedor, talón restaurante, personas mayores que viven solas, familias usuarias de los comedores sociales, asentamientos de infravivienda.El 20 de marzo estaba ya a pleno rendimiento el albergue temporal para personas sin techo en el Pabellón de Riazor, instalado con el apoyo del Ejército. Actividades deportivas, educativas y culturales on line, aplazamiento de impuestos, desinfección de espacios públicos y un dispositivo especial para víctimas de maltrato se implantaron en los días siguientes.
El ayuntamiento coruñés desplegó una capacidad de gestión que demostraba previsión y análisis. Pero no fue el único. Lugo, Culleredo, Ames, Camariñas, Xinzo, Betanzos, Valdoviño, Ortigueira, Monforte, Neda, Barbadás, Muxía o Pol. Desde la desinfección de las calles a definir nuevos servicios del SAD. Desde llamadas diarias a personas que viven solas a dispositivos para que los chavales puedan seguir haciendo sus deberes aunque no tengan internet. Desde el reparto de alimentos o medicación a cantarle el “cumpleaños feliz” a los peques que tienen que pasar la fiesta en pleno confinamiento.
Grandes y pequeños, muchos ayuntamientos se han convertido en el mayor apoyo de sus vecinos en esta alerta sanitaria. Lo han hecho gobiernos locales de larga experiencia en la gestión como Ares o Vigo pero también recién llegados como Cee, A Cañiza o el propio ejemplo coruñés, demostrando que lo realmente importante era el compromiso social y la plena consciencia de que sus vecinos y vecinas les necesitaban ahora. Lo han hecho, además, sin perder un segundo en reproches a nadie y sumando al tejido social dando un ejemplo de lealtad del que debieran aprender otras administraciones. Y lo han hecho con rapidez, siendo conscientes de qué necesitaban en estos momentos las familias; sirva de ejemplo que la Concellería de Benestar de A Coruña programó el reparto de alimentos de menores usuarios de becas comedor desde el día siguiente a la finalización de las clases mientras la Xunta anunció aún el día 30 de marzo (diecisiete días después de decretado el Estado de Alarma) que se abría una convocatoria para apoyar a familias usuarias de becas comedor autonómicas.
Durante los últimos treinta y cinco años el desarrollo pleno del Estado de las Autonomías permitió descentralizar servicios y administración de manera casi única en Europa. Los Gobiernos autonómicos adquirieron competencias prácticamente plenas en temas como educación, sanidad, igualdad, consumo o política social y muy amplias en otros ámbitos como transportes, medio ambiente e infraestructuras. La descentralización nunca alcanzó el nivel local; bien al contrario, el debate político se centró durante décadas en la financiación autonómica y en una suerte de lucha con el poder estatal para tratar de arrancar nuevos niveles competenciales, pero de ese debate quedaron excluidos los ayuntamientos. Es más, de alguna manera el ámbito local se trató como una “administración menor”, incapaz de gobernarse a sí misma, que debía ser “fiscalizada” y sometida a los designios de los Ejecutivos autonómicos.
En plena crisis económica Montoro decidió recortar aún más la autonomía municipal, asfixiarlos económicamente y dejarlos sin capacidad de acción ni de decisión. Por cierto, en aquél momento no hubo revuelo mediático alguno ni tampoco cuando, pasados los años de la austeridad, el presidente de la FEMP, Abel Caballero, tuvo que litigar durante meses para intentar mejorar, al menos un poco, la situación económica de los municipios. Eso sí, a lo largo del periodo de la crisis fueron de nuevo los ayuntamientos con más compromiso social quienes debieron dar apoyo a las familias aunque una vez más, se ponía en cuestión capacidad, solvencia y rigor municipal cuando no se les señalaba como causantes de la crisis.
Lo cierto es que en estas cuatro décadas de municipios democráticos muchos ayuntamientos no sólo resolvieron los principales problemas de sus vecinos sino que abanderaron iniciativas que modernizaron y mejoraron de una manera sustancial la calidad de vida de pueblos, villas y ciudades. Redes de escuelas infantiles, centros de día, escuelas deportivas y hasta conservatorios, bandas, teatros u orquestas sinfónicas. En el año 2006 la entonces Conselleira de Educación, Laura Sánchez Piñón, anunció su intención de que la totalidad de los colegios públicos contasen con servicio de comedor; en el debate parlamentario afirmó: “queremos extender el modelo coruñés a toda Galicia”. A Coruña llevaba entonces dos décadas implantando servicios de conciliación y complementarios en los centros educativos, en colaboración con las ANPAs. Es sólo un ejemplo; uno más.
Los concellos han vuelto a demostrar su capacidad de gestión y su agilidad. Los dispositivos para atender a mayores solos y menores han sido espectaculares y, en muchos casos, la única esperanza. Espero que, cuando esta crisis termine y a las ocho de la tarde ya no estemos aplaudiendo en las ventanas sino tomándonos un café con los amigos no olvidemos que aquello de “actuar localmente” era algo más que un slogan bien traído. Espero que, cuando los sesudos análisis vuelvan a intentar colocarnos aquello de que sobran ayuntamientos y algún Conselleiro (o Conselleira) se ponga estupendo señalando las carencias municipales, les recordemos –a los columnistas y a los estupendos- que cuando tocaron bastos miles de vecinos y vecinas supieron a qué puerta llamar. Enhorabuena y muchas gracias!